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Hombre, mi buen amigo, me haces una difícil propuesta. ¡Que te dé ideas para escribir un buen relato o cuento! ¡Ya las quisiera yo para mí! ¡Y me pides que te hable algo sobre qué veo con una cámara fotográfica en la mano, por ejemplo!
Me hablas de las cámaras Leica y me instas a que te diga algo de mi experiencia.
A un escritor le resulta poco probable que le puedas tú hacer ver detalles para una historia. Muchos escritores, entre ellos Cortázar, a quien mucha gente se acercaba con maravillosos temas para que escribiese una novela, un cuento, etc., han contestado siempre con un ‘Sí, es un asunto precioso para escribir una buena historia. Escríbala usted’. Es decir debe uno llevar al papel sentimientos propios y resulta problemático dar ideas que sirvan a este respecto.
Si además las ideas, notas, sugerencias, tienen que estar relacionadas con la fotografía, o sea, con una –digamos- especialidad, peor que peor. Por ejemplo, dos cámaras viejas, de prestigio, que seguro que aman los amantes de la fotografía pueden ser una Leica o una Hasselblad. Son fuertes, compactas, maravillosas. Las Leicas tienen además una óptica excepcional.
Si yo tuviera una Leica de más de treinta años, carísimas, pongamos por caso, diría que… ‘Mi Leica no es una cámara. Es un instrumento con el que creo. Son mis manos y mis ojos. Es parte de mí. Es como una mujer amada. Hay que acariciarla para que funcione adecuadamente’.
Tengo una vieja Nikon y una Canon que no lo es tanto, que me han dado muchas alegrías, y que conservo con especial cariño. Hace tiempo que me pasé a la fotografía digital.
Y ya actuando con ellas veo cantidad de cosas sobre las que se puede decir mucho. Por ejemplo, las calles de una ciudad y sus gentes, su forma de vivir. O todo un barrio antiguo y famoso, altamente típico, que me recuerda su historia árabe: el barrio de la Alfama, en Lisboa, con sus farolillos multicolores, que Serrat evoca con nostalgia en su canción ‘Fiesta’ o cuya presencia espiritual siento escuchando la canción-fado ‘Lejos de Lisboa’, de Pasión Vega.
Si hablamos de paisajes urbanos incluiré los edificios en los que vivimos y trabajamos. Habría que captar la forma en que la gente se relaciona con la ciudad, tanto cuando es entrañable como cuando no lo es. La fila de casas iguales, bajas, fotografiadas con un teleobjetivo, se abre como un acordeón dándonos la sensación de monotonía. Una fotografía agradable sin embargo nos mostrará a los vecinos charlando animadamente en el patio de atrás.
Si estamos en una gran ciudad, las perpendiculares convergentes de los rascacielos, inclinando la cámara, nos dará la impresión de altura. Y una panorámica de los rascacielos con luces en las ventanas nos hablará de la animación de la noche en la ciudad.
Si quieres decirnos cómo es una ciudad y reflejar su ambiente y su carácter, toma una calle y fotografíala (o habla de ella) a diferentes horas y verás cómo cambia: por la mañana temprano puedo pasear por ella sin gente; una bruma mañanera creará una sensación de misterio o de presagio. Puedo buscar al trabajador solitario que empieza el día. Las personas sumergidas en un paisaje urbano no tienen individualidad, simbolizarían cómo la ciudad y el hombre trabajan conjuntados.
La hora punta permite captar la prisa de la gente. Con una cámara se puede dar esta sensación moviendo la cámara en un seguimiento del sujeto a fotografiar o con una velocidad lenta de obturación (1/30 ó 1/15) para tomar una imagen borrosa. Un teleobjetivo enfatiza la extensión de un embotellamiento al comprimir la perspectiva y hacer aparecer los coches más pegados de lo que están. Como un teleobjetivo tiene poca profundidad de campo, conviene enfocar a un punto medio y si tienes mal pulso usar un trípode.
Las formas y los dibujos existen en cualquier calle y a cualquier hora del día. Una pila de latas en un escaparate, los dibujos que forman las vigas de un edificio, un buzón armonizando su color con el de la casa del fondo, los cristales de una gran fachada que reflejan imágenes cercanas. Los colores llamativos suelen crear imágenes impactantes.
Vaciar una calle se puede conseguir con la cámara sobre un trípode, con una apertura pequeña y con una exposición de un minuto o más.
Deformación. Con un objetivo gran angular y la cámara a nivel del suelo se consigue una deformación eficaz, haciendo aparecer a la gente y a los edificios más altos.
Todo esto, que parece más un tratado de fotografía que ideas para ofrecer temas a un escritor, es lo que yo he sentido y siento con una cámara en la mano. Algún día escribiré sobre ello más en profundidad. Mientras tanto, te propongo a ti que lo hagas y te aconsejo que me respondas como lo hacía Cortázar cuando le sugerían temas para escribir.
Como puedes comprobar el fotógrafo pone las bellas imágenes y el escritor las bellas palabras. Sólo he sido aprendiz de fotógrafo y ahora estoy en lo de aprendiz de escritor, como tú.
Yo te he dicho lo que siento y lo que veo. No sé lo que sentirás y verás tú. Intenta escribirlo a partir de la visión de una calle de tu ciudad. O de un barrio.
Espero que algo te sirva.
Con afecto,
Antonio S.