lundi 10 décembre 2007

+ UNA FÁBULA

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El responsable de todo el alboroto yacía para entonces en el arroyo de un callejón sin salida, lugar adonde lo habían llevado los dos policías que lo rescataran antes de que la turbamulta desencadenada lograra acabar con él; estaba tendido de espaldas, inconsciente, una expresión de completa serenidad en el rostro, un hilillo de sangre en la comisura de la boca, y los dos agentes de pie a su lado, si bien, una vez calmada la indignación, sus simples uniformes parecían ya contención suficiente para los indignados ciudadanos que los habían seguido y que formaban un círculo en torno de él, contemplando el rostro inconsciente y sereno.

—¿Quién es? —preguntó una voz.
—Lo conocemos bien —dijo uno de los policías—. Es inglés. Hemos tenido problemas con él desde que terminó la guerra; no es la primera vez que ha insultado a nuestro país y ha avergonzado al suyo.
—Quizás se muera esta vez —dijo otra voz. Luego el hombre tumbado en el arroyo abrió los ojos y se echo a reír, o lo intentó, atragantándose al principio, y, trataba de torcer la cabeza, como para sacarse de la boca y de la garganta lo que le ahogaba, cuando otro individuo se abrió paso entre la multitud y se le acercó: un anciano, un gigante demacrado de rostro enfermo y agotado, de ojos ávidos y apasionados por encima de un canoso bigote militar, que llevaba un abrigo negro muy usado con tres diminutos distintivos descoloridos en la solapa, se arrodilló junto al inglés, le pasó un brazo por detrás de la cabeza y de los hombros, lo incorporó y le hizo volver ligeramente la cabeza hasta que consiguió escupir la sangre y los dientes rotos y pudo hablar. O reír, más bien, que fue lo que hizo en primer lugar, descansando como en una cuna en el brazo del anciano, si dejar de reír en dirección al círculo de rostros que lo rodeaba, para luego hablar también él en francés:
—Es cierto —dijo—.Temblad. No me voy a morir. Nunca.
—Yo no estoy riendo —dijo el anciano inclinado sobre él—. Lo que ve son lágrimas.

(Una fábula, William Faulkner, Alfaguara).

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Una fábula es la menos faulkeriana de las novelas del autor, una fantasía pedagógica y moralizante que tiene poco que ver con la literatura del género al uso, que alcanza a dejarnos maravillados.

Es la historia del soldado que está enterrado en el Arco del Triunfo de París... Su mujer se llama Magda. Lo fusilaron entre dos ladrones. Resucitó. Era cabo de un regimiento francés en la Primera Guerra Mundial y se negaba a usar las armas.

Cuando leí Una fábula, con una trama esperpénticamente absurda o absurdamente esperpéntica, que narra la historia del cabo del regimiento francés que en la Primera Guerra Mundial se negaba a atacar al enemigo en un vano intento de aplicar los principios del pacifismo en pleno campo de batalla, me vino a la memoria Bartleby y su respuesta concisa: Preferiría no hacerlo.

El fragmento reproducido es uno de los últimos que serán transcritos aquí y en otras webs y una forma de despedida de este tipo de análisis de la LITERATURA de todos los tiempos, un párrafo de esta novela, quizás poco apreciada en general del Premio Nobel de Literatura, para él sin embargo su obra maestra.

En la selección de párrafos realizada globalmente hasta hoy hay representadas novelas y narraciones de todos los tiempos y estilos, de autores de primer orden y no tanto.

Seguiremos recorriendo el extenso campo de la LITERATURA desde otras perspectivas. Es posible que como lector todavía.

No dejamos una reseña de las obras de William Faulkner, Premio Nobel de Literatura 1950, por resultar un escritor bien conocido.

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¿Algún comentario sobre este autor o sus obras?

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