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Poeta, novelista y ensayista española (Cartagena, 1907 – Madrid, 1996).
Su infancia transcurrió en Melilla. Estudió Magisterio y se tituló como Licenciada en Filosofía y Letras.
Como Florentina del Mar firmó varios libros de prosa y de literatura infantil.
Fue la primera mujer española en acceder a un puesto en la Real Academia Española.
Entre los premios obtenidos, se destacan:
Premio de Novela Elisenda de Moncada 1953,
Premio Internacional de Poesía Simón Bolívar 1957,
Premio Doncelen 1960,
Premio Nacional de Literatura 1967.
Su obra poética:
Antolología titulada Obra poética, con obras de 1929-1966.
Publicaciones Brocal , Poemas a María, Corrosión, La noche oscura del cuerpo, En la tierra de nadie , Los poemas del mar Menor, A este lado de la eternidad, Cancionero de la enamorada, El tiempo es un río lentísimo de fuego.
Algunos poemas suyos son:
AUNQUE TE DIGA NO, EMPÉÑATE EN SÍ...
Aunque te diga No, empéñate en Sí,
y si te empujo, procura tú vencerme.
Así que te rechace de mi vida
azotará mi espíritu el perderte.
¡Intuyo que una hoguera tan perfecta
nunca nadie podría ya encenderme...!
Y es duro y es cruel que yo batalle
quitándote de mí. Resueltamente
cortándome de ti, para librarme
de este sordo luchar en que me vences.
Sólo pienso en ti. Repito tu presencia
en un continuado nacer de tus palabras.
Imágenes que son imágenes ya fijas
de tanto recordarlas me turban y enloquecen.
Te veo como un día que fuiste una brevísima
criatura sorprendida por labios repentinos.
Te veo en alta noche, temiendo que tus ojos
mintieran por amor que era yo la que buscabas.
Oh, cómo te contemplo, oh, cómo te persigo;
das vueltas en el aire en rueda que no para!
Yo sólo pienso en ti. Te odio. Te deseo.
Libértame de verte en todo lo que miro;
auséntame de ti, martirizante imagen,
¡que te ven en mis ojos anhelantes, los ciegos!
Tus ojos son las fuentes donde beben los tigres,
que cuando tienen sed no respetan las selvas;
y arrancan, mientras rugen, esas flores sencillas
que entre el romero mueven su poderoso olor.
A tus ojos se vuelcan las entrañas del monte,
y por nacer en ellas, oh, líquido delgado,
consienten que las lenguas vellosas de las fieras,
lamiéndolos con furia, sequen ríos de ojos.
Tanto como el romero florido, cuyo aceite
persistirá en la piel de los fieros sedientos,
huelen cortas raíces y esbeltos anticipos
de las flores oscuras del secreto deseo...
La luna se deshoja como un ave en tu agua.
A los tigres con celo esa luz los persigue
como loco fantasma de una caza suprema
que en el río, tus ojos, es posible alcanzar.
Tengo frío ante ti. Porque fuentes tan frías
no se encienden sin ángel que su calor otorgue.
Y ese ángel que a ti, a tus charcas bajara,
no lo oigo cantar ni lo siento fluir.
¡Ah, tus tigres con sed! Déjalos que nos beban,
y cuando ya mi boca reseca se deshaga,
suéltalos sobre mí, no detengas su ataque:
¡para tus fieras tengo una cierva en mi cuerpo!
Dejarte perder me duele, porque duele en la tierra
que una raíz se seque sin romperse en el tallo
y alumbrar en la flor, para que el aire sepa
lo que la tierra sabe, porque tuvo raíces.
Resignarme a que fluyas por otros cauces, me duele;
porque yo soy un cauce del grueso de tu fuente.
Y para correr en otros tendrás que derramarlos
o que volcarte hondo, rompiéndolos por dentro.
Es que soy tu medida, es que ninguna tierra
será capaz de darte lo que yo te daría,
si en lugar de negarme a que germines, corras,
yo te hiciera mi agua, calentara tu grano.
¡Qué delirio de fuerza que se opone a tu empuje;
qué frenética para que no quiere cedérsete!
DOMINIO
Necesito tener el alma mansa
como una triste fiera dominada,
complacerle con púas la tersura
de su piel deslumbrada en mansedumbre.
Es preciso domarla, que su fiebre
no me tiemble en la sangre ni un minuto.
Que la aneguen los fuegos del aceite
más espeso de horror, y que resista.
¡Oh, mi alma suave y sometida,
dulce fiera encerrándose en mi cuerpo!
Rayos, gritos, helor, y hasta personas
acuciándola a salir. Y ella, oscura.
Yo te pido, amor, que me permitas
acabar con mi tigre encarcelado.
Para darte (y librarme de esta furia),
una quieta fragancia inmarchitable.
HALLAZGO
Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
Alzaré los brazos y sostendré tu aire.
Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus ríos serán mis ríos.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela,
y yo te llevaré por mares escondidos.
¡Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.
AUSENCIA DEL AMANTE
He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.
CONFUSIÓN
Ahora empezarás, mi vida,
a no dejarme vivir.
A que los días y sus noches sólo sean
el ahogo feroz de tu encuentro.
De tu incorporación a mí,
de tu revestimiento de mí.
A que mi sangre no sepa detenerse sola,
y se arroje a la tuya, a ti,
con la furiosa alegría de amarte,
del éxtasis de saberse tuya;
y de la angustia,
del tremendo milagro oscuro
¡que es pertenecerte!
Ahora sí; ahora.
Cuando no me busca nadie, ni yo busco.
Porque tu voz llena de altos ecos la tierra,
y tu olor los jardines más sombríos,
y de tu pecho caen las campanas de mis deseos
de ti, de mí que por ti me recobro
y aprendo, vida mía, alma mía, amor,
que es verdad que soy de carne,
que es verdad que duelo,
y gozo, y sufro, y grito
porque soy tuya.
¡Momento agotado del mundo,
éste en que te sé lejos de mí!
Apúralo todo, regresa a nuestro abismo
y déjame en ti sumida,
fuerza que se te dio sin lágrimas
de rebeldía; aunque con llanto de violencia
por verse tuya,
yo que no era de nadie,
¡ni siquiera mía nunca!,
esclava tuya, entregada tuya, amante.
ENTREGA
Guardaré mi voz en un pozo de lumbre
y será crepúsculo toda la vida.
Ya girarán más leves los cuchillos
porque no encontrarán dónde herirme.
Erguida de rocíos negros,
para ti cantaré.
¡Que no me busquen los sin vista,
que no me llamen los ahogados,
que no me sientan los que huyo!
A mi soledad de reflejos,
amor,
sólo tú.
NO SÉ SI ERES VERDAD…
No sé si eres verdad cuando pareces
una forma posible en mi presencia;
posible de cogerte, de tomarte,
bebiéndome tu ser como un deseo.
Te tuve yo conmigo en largos sueños,
hiciste para mí hondos viajes.
La nave de tu voz se hundió conmigo
en mar del que no salvan ni los ángeles.
¡Qué enorme es el naufragio de tu cuerpo
pensándotelo yo, la ahogada tuya!
¡Qué espeso es el murmullo de tu boca
pegándose al ahogo de mi pecho!
Acaso no eres tú quien vino y dijo...
¿Conozco la distancia entre tus venas?
¡Soy niebla para ti, soy pasajera,
fantasma de tus ojos habitados!
Abierto quedará para que vengas
y pises sus arenas de milagro,
un camino de amor nunca vivido
que pudo ser tu patria o tu destierro.
YO NO TE PREGUNTO ADÓNDE ME LLEVAS
Yo no te pregunto adónde me llevas.
Ni por qué.
Ni para qué.
¿Tú quieres caminar?, pues yo te sigo.
Llevo luceros, luceros, en la mano derecha. Y llevo estrellas,
estrellas, en la mano izquierda.
Dime, hombre de todas las noches de luna, ¿qué mano va a
besarme?
¿Por qué me has quitado tus manos, tanto y tan bien como
acariciaban mi frente?
Para que me quisieras otra vez, te regalaría un collar de
islas, un sistema nervioso de horizontes.
¡Me abriría, para ti, todas las mañanas en tus labios!
Yo soy más fuerte que tú, porque me apoyo en ti.
¡Asómate a mí, que soy una torre!
¡Asómate a mí: soy aquella palmera de tu huerto, que latía
contigo!
¡Echa al aire mis campanas y mis palmas!
Yo soy tu panorama.
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