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Poetisa nacida en Vitoria, Álava, en 1905.
Su infancia transcurrió en Madrid, en donde cursó sus estudios.
Se inició en la poesía y contrajo matrimonio con Juan José Domenchina, poeta también y secretario durante la guerra del presidente Manuel Azaña.
Fue discípula de Juan Ramón Jiménez y estuvo unida por estilo y amistad a los poetas de la Generación del 27.
Mencionaremos de su obra:
En silencio, 1926
Ahora, 1928
La voz en el tiempo, 1931
Cántico inútil, 1936.
En 1939 partió a México donde publicó:
Poemas del ser y del estar, 1972,
Huyeron todas las islas, 1988
Del vacío y sus dones, 1993
Presencia del Pasado, 1996.
Sólo a partir de 1989 se inició el reconocimiento de su obra, con galardones tan importantes como:
Premio Euskadi de Poesía
Premio Mujer Progresista
Nominación al Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1992
Medalla al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Madrid en 1997.
Murió en Madrid en marzo de 1999, a la edad de 94 años.
He aquí una muestra de sus poemas:
ENTREGA
Iré a tus manos, limpia, indemne, sin memoria,
renacida de ti y ajena a lo tuyo,
iré a tus manos casta,
desnuda de tus besos.
Sentirás al ceñirme que una rosa de nieve
insinúa en tus palmas su gélida caricia.
Seré para tu cuerpo el lino apaciguante
que sana y que perdona.
¡Deja que vaya en ti más allá de lo mío,
que abandone mi ser por la gloria del tuyo!
¡Aunque me huyas siempre,
iré a tus manos, muerta!
LA VOZ DEL VIENTO
Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.
Despójame del ansia desmedida
que abrasaba mi espíritu en barbecho.
El roce de tus manos ha deshecho
la audacia de mi frente envanecida.
Navegaré en tus pulsos. Dicha inerte
del silencio total. Ávida muerte
donde renacen, tuyos, mis sentidos.
Ahoga entre tus labios mi tristeza,
y esta inquietud punzante que ya empieza
a taladrar mi sien con sus latidos.
LOS ÁRBOLES CONTIGO...
¡Los árboles contigo!
Masas de hojas verdes traspasadas de luz
y mi nombre allá lejos,
murmurando allá lejos
a la orilla del mar por voces que no saben
qué página de un libro
me estalla entre los labios.
AMOR
Puliré mi belleza con los garfios del viento.
Seré tuya sin forma, hecha polvo de aire,
diluida en un cielo de planos invisibles.
Para ti quiero, amado, la posesión sin cuerpo,
el delirio gozoso de sentir que tu abrazo
solo ciñe rosales de pura eternidad.
Nunca podrás tenerme sin abrir tu deseo
sobre la desnudez que sella lo inefable,
ni encontrarás mis labios
mientras algo concreto enraíce tu amor...
¡Que tus manos inútiles acaricien estrellas!
No entorpezcan besándome la fuga de mi cuerpo.
¡Seré tuya en la piel hecha fuego de sol.
NO FUE PARA MÍ...
No fue para mí...
Ya lo suponía.
Pero sé engañarme
tan bien con mentiras
y jugar al juego
de la falsa dicha,
que a veces me olvido
-ya ves si soy niña-
que estaba jugando
a que me querías.
TE ESPERARÉ APOYADA EN LA CURVA DEL CIELO
Te esperaré apoyada en la curva del cielo
y todas las estrellas abrirán para verte
sus ojos conmovidos.
Te esperaré desnuda.
Seis túnicas de luz resbalando ante ti
deshojarán el ámbar moreno de mis hombros.
Nadie podrá mirarme sin que azote sus párpados
un látigo de niebla.
Sólo tú lograrás ceñir en tus pupilas
mi sien alucinada
y mis manos que ofrecen su cáliz entreabierto
a todo lo inasible.
Te esperaré encendida.
Mi antorcha despejando la noche de tus labios
libertará por fin tu esencia creadora.
¡Ven a fundirte en mí!
El agua de mis besos, ungiéndote, dirá
tu verdadero nombre.
AMBICIÓN
¡Quisiera ser viento!
Ráfaga tendida
que arrastra en su beso
el polvo y la nube,
la rosa, el lucero...
-No brisa apacible
que finge despechos
y siembra caricias-.
Yo quiero ser fuego,
volcán de aire rojo
que incendie el secreto
de todas las ramas
y todos los pechos;
aquilón desnudo,
huracán de acero,
fragua donde forjan
su actitud los cuerpos.
¡Cuando voy a ti,
quisiera ser viento
para arrebatarte
más allá del cielo!
NECESITO TU AMOR
Necesito tu amor. Dámelo un día,
aunque sea muy cerca de la muerte.
Dios dudará dónde está el cielo al verte
brizando con tus besos mi agonía.
Olvidaré mi angustia y la porfía
de los que me vejaron por quererte.
He de vivir hasta el final la suerte
que en ti puso mi pena y mi alegría.
Cuando mi boca ya no se estremezca
bajo tus labios, y la noche crezca
nublando la tersura de mi frente,
prolonga aún la gloria de tu abrazo.
¡Quisiera eternizar el firme lazo
que estrechan tus caricias lentamente!
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