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Este año de 2009 he visto cumplido un deseo que albergaba desde hace años y que no he podido satisfacer hasta ahora por mi trabajo, por falta material de tiempo: sumergirme en el maravilloso mundo de la guitarra y su música.
Y he pensado ir dejando en este blog algunas palabras que poetas y cantautores insignes nos han dejado para referirse a este instrumento.
Proseguimos hoy con Rafael de León, poeta y compositor (España, 1908-1982).
GUITARRA MÍA
¿Qué misterio será éste,
qué podé, qué fuerza extraña
tiene pa muchas personas
el eco de la guitarra
que, aunque se encuentren las puertas
der sentimiento cerradas,
se mete en los corazones
como Pedro por su casa?
No sé en qué reló de sombra
las tres de la noche daban,
cuando de esa maravilla
con seis cuerdas y dos tablas
salió la voz más sonora
que ha llamao a mi ventana:
"-¡Levántate, compañero!
¡Vamos a pelar la pava!"
Y aquí estoy, guitarra bruja,
tan tuyo de cuerpo y alma
que ibas a ser mi ruina
si te gorvieras muchacha.
Porque me suenas lo mismo
que er metal de las palabras
de aquella novia que tuve
que luego entró en las Descarzas,
quizá porque yo, una noche,
contemplándole la cara,
dejé salir por mis labios
er cante de la murciana:
"Si vas a San Antolín
y a la derecha te inclinas,
verás en er camarín
a la Pastora Divina
que es vivo retrato de ti".
¿Qué dices? ¿Que tú prefieres
cambiar de conversación?
Por dondequiera que tires
vamos de acuerdo los dos.
¡Qué mala memoria tienes!
Qué pronto se te orvió
que tú viniste conmigo
la tarde de la Ascensión,
y a la puerta der convento
-que ya hace farta való-
como si estuvieran locos
tus bronces y mi doló,
cantamos aquella copla
de don Antonio Chacón
que, por ser para quien era,
no tiene perdón de Dios:
"¿A qué niegas er delirio
que tienes por mi persona?
Le das martirio a tu cuerpo,
tú te estás matando sola
y yo pasando tormentos".
¡No sé ni cómo te miro!
Me has hecho tales partías
como si fuera Iscariote
quien te aprieta las clavijas.
No quiero acordarme de ello
ni llevarte a la justicia
por abrir mis cicatrices
con el bordón y la prima,
resucitando en mis carnes
el ¡ay! de una pena antigua.
¿Pa qué guardaré rencores
si aquel fuego ya es ceniza
y a cá paso estamos viendo
las güertas que da la vía?
Primero por tus verdades
y después por tus mentiras,
ayer me dormí llorando
y hoy me despierto de risa.
Y es que, como tengo el alma
de tus acentos cautiva,
te pones a hablá y me queo
como quien ve maravillas.
Te quiero mucho, guitarra.
Te quiero, guitarra mía.
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1 commentaire:
No sé si será casualidad, pero noto en la blogosfera por donde me muevo cada vez más relación entre literatura y música.
Quizá siempre haya sido así, lo que me parecería absolutamente lógico.
Buena selección, Antonio.
Un abrazo.
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