(Los libros en los libros)
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La lectura ha sido objeto de atención por numerosos escritores conocidos, sicólogos y sociólogos y contemplada desde diferentes vertientes: lúdica, terapéutica, como actividad placentera para ejercitar la inteligencia, como puerta de apertura a otras vidas, para enriquecimiento de la nuestra, etc.
Ha sido la lectura una constante en la vida de gran variedad de escritores porque leer —ya lo hemos repetido en distintas ocasiones— ayuda a escribir mejor y al autor le permite conocer cómo escribe el de la acera de enfrente, estudiar diferentes estilos literarios, disfrutar sin más…
Leyendo novelas, relatos y cuentos de muchos escritores me he orientado hacia lecturas indicativas de posible buena literatura, simplemente porque los autores, reconocidos ampliamente, han ejercido de lectores y han dejado en sus libros constancia de otros libros.
Empecemos por señalar como ejemplo el caso de Gabriel García Márquez, leído en su cuento peregrino El avión de la bella durmiente, en que nos relata, viajando en el avión en el asiento contiguo al de una deslumbrante belleza caribeña: ‘Me parecía increíble: en la primavera anterior había leído una hermosa novela de Yasunari Kawabata sobre los ancianos burgueses de Kyoto que pagaban sumas enormes para pasar la noche contemplando a las muchachas más bellas de la ciudad, desnudas y narcotizadas, mientras ellos agonizaban de amor en la misma cama. No podían despertarlas, ni tocarlas, y ni siquiera lo intentaban, porque la esencia del placer era verlas dormir. Aquella noche, velando el sueño de la bella, no sólo entendí aquel refinamiento senil, sino que lo viví a plenitud.’ Se refiere a la novela de Kawabata La casa de las bellas durmientes. E invita de esta forma al lector curioso que lee su cuento a hacerlo con la novela del japonés. Ya hemos hablado ampliamente de García Márquez en otros artículos.
Henry Miller (1891-1980), novelista norteamericano, escritor de novela erótica, altamente controvertido en la sociedad puritana de su tiempo, en su obra Los libros en mi vida (Mondadori España, 1988), nos dice en el prefacio que trata de los libros como experiencia vital, de los libros que ha leído en su vida y, aunque se confirma en su creencia de que hay que leer menos y menos, y no más y más, y sostiene esta afirmación en el hecho de que para el conocimiento y la sabiduría, para lo que se busca, hay que ir al origen, no viene del catedrático, ni del filósofo, ni del preceptor, el santo o el maestro, sino de la vida misma, de la experiencia directa de la vida, pues bien, acto seguido nos ameniza con un cúmulo de lecturas que muchos quisieran haber escalado por sí mismos. Es un libro sobre libros, una obra proyectada en varios tomos a la larga. Refiriéndose a lo comentado en el párrafo anterior añade: ‘pienso en eso de que habla D.H. Lawrence en Etruscan Places o lo que refiere Henry Adams cuando la Virgen reinaba soberana en Chartres.’. Extractando mucho, nos habla laudatoriamente de:
El gran Inquisidor y El eterno marido, sus obras preferidas de Dostoievski.
The bright messenger (El brillante mensajero), de Algernon Blackwood, la novela más extraordinaria sobre psicoanálisis.
The path to Rome (Camino de Roma), de Hilaire Belloc.
Óscar Wilde, Yeats, Marqués de Sade, Aretino, Restif de la Bretonne (estos tres últimos escritores de temas obscenos y pornográficos, ¿por qué no? —añade—), Godfrey Higgins (y sus Trece salvadores crucificados), etc., etc.
De la obra propia de Miller conviene destacar: Trópico de Cáncer, Trópico de Capricornio, Sexus, Plexus, Nexus, etc. Lo dejamos aquí porque para hablar de Miller se necesitaría mucho más espacio.
Otros autores que tendrían cabida en este artículo y, concretamente en un entorno dedicado a lectura y los libros en los libros serían: Cervantes, Tomás Moro, Borges, Kafka, Joyce, Flaubert,…
Cierro este texto con algunas citas curiosas relacionadas con los libros, la lectura o los lectores:
La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta (André Maurois).
Un libro puede ser agradable con muchas imperfecciones y enojosísimo sin un defecto (Oliver Goldsmith).
Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas (Albert Camus).
La obra clásica es un libro que todo el mundo admira, pero que nadie lee (Ernest Hemingway).
He hecho un curso de lectura veloz y he leído ‘Guerra y paz’ en veinte minutos. Habla de Rusia (Woody Allen).
Leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor, en el libro, sólo ha puesto sus mejores pensamientos (René Descartes).
Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído (Jorge Luis Borges).
Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro (Groucho Marx).
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