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El encabezamiento del artículo puede dar la impresión de que es algo así como un sermón acerca de principios morales. No, no se asusten. No va de nada de eso. Quiero hacer hoy una reflexión sobre los comienzos de novelas y cuentos que me llamaron la atención, de aquellos en que el autor me agarró de entrada por las solapas para que no me marchase y siguiera leyendo.
Cualquier manual sobre Teoría de la Literatura nos ilustra acerca de esta faceta importante de las narraciones para atrapar la atención de lector.
Deseo compartir algunos que me atrajeron especialmente. Son las primeras líneas de las obras, novelas o cuentos, que se citan:
‘Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca.’
(Beltenebros, de Antonio Muñoz Molina).
‘Una tarde lluviosa del mes de noviembre de 1975, al regresar a casa de forma imprevista, encontré a mi mujer en la cama con otro hombre.’.
(El amante bilingüe, de Juan Marsé).
‘Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana de su inquieto sueño, se encontró en la cama, convertido en un insecto gigante.’.
(La metamorfosis, de Franz Kafka).
‘Alguien debió haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido.’.
(El proceso, de Franz Kafka).
‘Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa. Por lo demás, soy feliz.’.
(Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas).
‘Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Gulf Stream y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez.’.
(El viejo y el mar, de Ernest Hemingway).
‘Cuando el forense, con la sobrecogedora parsimonia de su oficio, comprobó el funcionamiento de la sierra circular que se disponía a aplicar sobre el cráneo de Neus Barutell, reparé en que aquélla era la primera vez que presenciaba la autopsia de alguien a quien había tenido la oportunidad de ver con vida.’.
(La reina sin espejo, de Lorenzo Silva).
‘Era lunes y como todos los lunes el alma me pesaba ahí mismo, abajo del saquito de los cojones. Una tarde pensé que el alma era una tercera bola que llevaba ahí colgando y que me servía tan poco como me servían las otras dos.’.
(La flaqueza del bolchevique, de Lorenzo Silva).
‘Recuerdo a Carmelo Sanjulián, que tenía piernas alámbricas de mosquito y cara de mala leche y estaba siempre adulándome o acorralándome a empujones en un rincón, para que le diera la mortadela de mi bocadillo y, si no lo hacía, le decía a los otros, en voz alta, que mi abuelo estaba sansirolé, lelo, tontolaba, legumbre, gilivaina, lirio o cebollo.’.
(La marcha de Radetzky, cuento, de Medardo Fraile).
Otro día hablaré acerca de otros aspectos que me gustaron especialmente de las novelas y cuentos que he leído.
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2 commentaires:
¿Verdad que a veces, al leer las primeras lineas, uno ya tiene claro si le gustará o no la novela?
Estupendos ejemplos, Antonio. Me han dado muchas ganas de leer algunas de esas novelas aún desconocidas.
Un abrazo.
Gracias, Leo.
Saludos.
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