lundi 22 octobre 2007

+ SIEMPRE OCURRE LO INESPERADO

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El pórtico corintio

—Ese pórtico está ligado, en mis recuerdos, al día más triste de mi vida. Nunca me he atrevido a hablarte de eso, pero ahora somos tan viejos que ya no tiene importancia. Era en la época en que yo quería a Harry y tú a Sybil. Una noche fui a un baile para encontrar a Harry, recién llegado de Tokyo. Esperaba ese encuentro desde hacía semanas, pero Harry sólo había pedido permiso para prometerse, y durante toda la noche bailó con una misma muchacha, fingiendo no verme. Lloré en el coche, al regresar. Llegué a casa. Adiviné que las lágrimas me habían desfigurado tanto, que no tuve valor para aparecer ante ti en aquel estado. Fingí llamar, dejé irse al cochero y me apoyé en una de esas columnas. Así estuve mucho rato. Yo sollozaba. Llovía con fuerza. Sabía que tú también pensabas en otra persona, en otra mujer, y mi vida me parecía acabada. Eso es lo que me recuerda ese pequeño pórtico a punto de desaparecer.

Lord Barchester , que había escuchado este relato con mucha simpatía e interés, cogió afectuosamente a su mujer por el brazo.

—¿Sabes qué vamos a hacer? —dijo—. Antes de que derriben ese pórtico, que es la tumba de tus recuerdos, compraremos algunas flores y las pondremos en lo alto de la escalera.

La pareja de ancianos se dirigió a la florista, trajo rosas y las colocó al pie de una de las columnas corintias. Al día siguiente el pórtico había desaparecido.
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La casa


Tenía mucho miedo de que no me contestase nadie, pero casi en seguida apareció un criado. Era un hombre de rostro triste, muy viejo y vestido con chaqueta negra. Al verme pareció sumamente sorprendido y me miró con atención, sin hablar.

—Voy a pedirle un favor algo raro —le dije—. No conozco a los propietarios de esta casa, pero me alegraría si pudiesen autorizarme a visitarla.
—La casa está por alquilar, señora —respondió como de mal grado—, y estoy aquí para enseñarla.
—¿Por alquilar? ¡Qué suerte tan inesperada! ¿Cómo es que los propietarios no habitan en una casa tan hermosa?
—Los propietarios habitaban aquí, señora. Han abandonado la casa desde que está embrujada.
—¿Embrujada? —dije—. No me importa. Ignoraba que en las provincias francesas todavía creyeran en los aparecidos…
—No creería en ellos, señora —replicó con seriedad—, si yo mismo no hubiese encontrado muy a menudo, en el parque, el fantasma que ha puesto a mis amos en fuga.
—¡Qué historia! —dije intentando sonreír.
—Una historia —repuso el viejo con aire de reproche— de la cual usted por lo menos no debería reírse, señora, puesto que el fantasma era usted.

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(Siempre ocurre lo inesperado, André Maurois, Ediciones G.P., 1958, Barcelona).

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