dimanche 24 juin 2007
+ ASÍ VEO A KAFKA
¿No está Kafka realmente sobrevalorado, agigantado a nuestros ojos y tiene mucho de producto de moda literaria?
Mucha gente coincidirá conmigo que Kafka escribe con un estilo muy sencillo, las tramas de sus novelas son más bien series de episodios de la vida de unos personajes protagonizados por individuos perfectamente comunes y los sucesos, siendo a veces extraordinarios, están narrados de forma ordinaria. Y al dejar estos apuntes estoy pensando en su novela y cuento más populares quizás —El proceso y La metamorfosis—. Podemos encontrar estas notas, si rastreamos, en algunos buenos escritores actuales y de siglos pasados.
¿Por qué llama tanto la atención entonces?
¿Es su personalidad quizás?
Tengo entendido que era un individuo de carácter sombrío, débil, enfermizo, huidizo, inseguro e indeciso en su vida y en el amor con las mujeres, con fuertes complejos e insatisfacciones respecto de su padre y con no demasiada buena opinión de la madre, que en el terreno emocional no pudo crecer al parecer más allá de la infancia y la adolescencia. Estos son algunos rasgos de su carácter que han llegado hasta nosotros, resultado quizás de su pertenencia a una minoría: era judío, checo de habla alemana en un imperio, el austro-húngaro, en que sólo el 10% de la población hablaba ese idioma y la población de origen checo tenía poco peso, razones por las que era y se sentía altamente discriminado. Luego, ¿qué nos subyuga de él?, ¿precisamente esta suma de desgracias que le tocó vivir?, ¿un individuo de vida íntima nada fácil, con un gran amor a la literatura, que nos dejó muchas obras escritas, es lo que hace que esta atracción le convierta en un escritor de primera fila y tan en boga?
Por otro lado, con sus amigos íntimos actuaba al parecer de forma totalmente distinta y tenían de él una opinión bien diferente. ‘En la conversación íntima se le soltaba asombrosamente la lengua, llegando a entusiasmarse, a ser encantador, las bromas y las risas no tenían fin, reía a gusto y cordialmente y sabía hacer reír a sus amigos’, decía de él su amigo Max Brod. Éste confesó en cierta ocasión que cuando Kafka le leyó a él y a unos amigos el capítulo I de El proceso todos estallaron en risas, hasta el extremo de que el autor, con lágrimas en los ojos, en un momento dado no pudo continuar leyendo, tal era el grado de humorismo que le embargaba.
¿O es acaso su obra?
Han sido numerosos los estudios que se han realizado sobre su obra. Algunos estudiosos calculan que pueden estar en torno a los 10.000.
Y personalidades de gran nivel intelectual, como Jorge Luis Borges, le han dedicado su atención. Borges nos ha dejado notas sobre su modus operandi, explicándonos en detalle en qué consistía por medio de lo que se conoce por regresus in infinitum, método que tiene relación con las paradojas de Zenón de Elea sobre el tiempo y el espacio.
También Vladimir Nabokov (muy conocido a nivel popular por sus novelas Lolita y La defensa, ambas llevadas al cine, y por otras) nos ha dejado dicho que para leer a Kafka se necesita cierta sensibilidad literaria para poder trascender la realidad objetiva, para percibir lo indefinible y no reducir La metamorfosis, por ejemplo, a la historia de un pobre diablo que se convierte en un escarabajo.
García Márquez, al que en cierta ocasión le preguntaron por Kafka y su obra, fue más conciso y directo y contestó: ‘Bueno es saber que se puede escribir de otra manera’.
En resumen, personalidad y obra siguen estando muy de actualidad y continúan en el centro de un debate que parece no acabar nunca.
He leído el capítulo I de El proceso más de una vez, que relata un caso serio, y a pesar de que se dan situaciones surrealistas, no he llegado a entender el calibre del humor y de las risas de que habló su amigo íntimo. ¿Exageraba Brod respecto a las cualidades de su amigo Franz Kafka?
Sí he encontrado en sus obras una nota que destaca por encima de todas para mí: la de lo absurdo. No me recataría en catalogarle como un escritor ‘de lo absurdo y de lo contradictorio’. A propósito de lo absurdo me he preguntado en ocasiones si Kafka, nacido en 1883, no llegó a conocer el relato Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, publicado en 1856, que ya fue un antecedente precursor de la literatura del absurdo, que más tarde practicarían el mismo Kafka (El proceso) y Samuel Beckett (Esperando a Godot). ¿Pudo haber conocido Kafka el relato de Melville? Realmente, no tenemos constancia de que así fuera, como tampoco de que no. Pero lo que sí es cierto es que el universo Bartleby está muy presente en el mundo literario posterior de toda una generación de escritores, Kafka entre ellos.
Como en todo ser humano siempre encontraremos huellas amargas y recuerdos negativos, pero también de ternura y de bondad interior, no me extrañó, aunque me llamara mucho la atención, un hecho que me contó no ha mucho tiempo un amigo de aficiones literarias compartidas sobre Kafka, que leyó en un libro de literatura infantil y juvenil titulado Kafka y la muñeca viajera, escrito por Jordi Sierra i Fabra, en el que se relata un hecho real protagonizado por Kafka un año antes de morir. El escritor halló en un paseo por un parque —en compañía de su compañera sentimental Dora— una desconsolada niña y al preguntarle por el motivo de sus lágrimas, la niña le contestó que eran a causa de que había perdido su muñeca. Kafka, reaccionando de forma inmediata, refirió a la niña que su muñeca no estaba perdida, que se hallaba de viaje, y que él, que era el cartero de las muñecas, tenía una carta para la niña, que le leería en aquel mismo lugar. Durante catorce semanas estuvo Kafka inventando y escribiendo aventuras de la muñeca, hasta que la casó e hizo que se despidiera para siempre de la niña, que de modo tan ejemplar encontró, por medio de la literatura, consuelo por la pérdida de su muñeca. Mi amigo también refirió el caso de esta historia de la misma muñeca y Paul Auster, que yo había leído efectivamente en su Brooklyn Follies, que en el capítulo que titula ‘Rumbo al Norte’, relata el autor norteamericano de una forma muy hermosa.
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