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En mi larga trayectoria como lector, he observado que hay escritores que nacieron como tales abandonando su profesión primitiva de médicos. Y que algunos de ellos tuvieron un éxito notorio como profesionales de la literatura.
Me vienen a la memoria Pío Baroja, Antón Chejov, François Rabelais, Arthur Conan Doyle, W. Somerset Maugham, Frank G. Slaughter, Mijail Bulgákov, etc.
Dos me llaman la atención sobre los demás por las razones que comentaré, que son: Baroja y Chejov.
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Pío Baroja y Nessi. Como buen aficionado a la literatura (como lector y escritor aficionado), me atrajo de él desde el principio el rastro que nos dejó de su experiencia como escritor, acuñando expresiones como ‘Para un escritor lo difícil es inventar’, ‘El escritor que con menos palabras da una sensación es el mejor’, y otras por el estilo que te hacen meditar y que sugieren un posible camino a seguir.
Me gustaron sus novelas La busca, Zalacaín el aventurero, El árbol de la ciencia y Las inquietudes de Shanti Andía. Y muchos de sus cuentos. Pueden leerse algunos aquí. Quizás haya personas que no conozcan esta faceta de don Pío. Practicó el género del cuento, con el que muchos escritores consagrados no se atreven, pues no es un género fácil. Su paso por el ejercicio de la medicina —ejerció solamente un año, abandonando Zestoa (Guipuzkoa) con el decidido propósito de ser cualquier cosa menos médico, profesión que al parecer le disgustaba— no tuvo ningún efecto directo sobre su obra o sus personajes a mi juicio, como en otros autores, pues en sus novelas predominan los personajes marginados por la sociedad.
Influyó mucho en escritores posteriores a él, por ejemplo: Camilo J. Cela, Ernest Hemingway, etc. No alcanzó el Nobel de Literatura, hecho que me parece una manifiesta injusticia, cuando otros con méritos literarios menores sí lo consiguieron.
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Antón Chejov es de todos conocido como afamado cuentista, pero no se menciona tan a menudo en los foros literarios que también escribió otras dramáticas, creando para el teatro, entre otras, La Gaviota, Tío Vania, El jardín de los cerezos. Donde realmente fue prolífico fue en el género del cuento, destacando para mi gusto en su obra La señora del perrito, ¡Chist!, La corista, y algún otro. El profundo conocimiento humano del escritor surgió indudablemente de su profesión de médico. ‘La medicina es mi esposa legal, la literatura mi amante’, dijo en cierta ocasión. Los relatos breves de Chejov relevaron en la literatura rusa a las grandes novelas de Fiodor Dostoyevski y León Tolstoi. El gran escritor alemán Thomas Mann reconoció que ‘lo breve y condensado en Chejov puede superar en intensidad artística a lo grande, a la obra monumental’.
Autores de la literatura inglesa como Shaw o Maugham fueron influenciados por Chejov. Y también de la estadounidense, a saber, Raymond Carver (en el último cuento de su colección Tres rosas amarillas, del mismo título, nos hace asistir a la muerte imaginada del maestro ruso; el cuento es una maravilla y para mí uno de los mejores de Carver) , y algunos más.
Al igual que en Baroja también he advertido que Chejov insistía mucho en la brevedad en las narraciones: ‘Nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve’, ‘Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento’, ’La brevedad es hermana del talento’, etc. Lo hacía hasta en las anotaciones que realizaba para escribir después sus historias, como en aquella ocasión en que anotó en su cuaderno la siguiente anécdota: ‘Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida’.
Hay quien mantiene la teoría, haciendo mención de esta anécdota registrada por Chejov, de que un cuento siempre cuenta dos historias: una visible, en primer plano, la historia 1 (el relato del juego) y otra oculta, que se construye en secreto, la historia 2 (el relato del suicidio). Es una teoría que a mí me resulta interesante.
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François Rabelais fue médico, escritor y humanista. Monje franciscano y posteriormente benedictino, terminó por secularizarse. Es conocido por sus historias sobre los gigantes Gargantúa y su hijo Pantagruel, basadas en leyendas medievales populares. Su profesión médica no tuvo reflejo en su obra literaria.
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Arthur Conan Doyle, escocés. Médico y escritor. Es célebre por la creación del personaje de Sherlock Holmes, detective de ficción famoso en el mundo entero. Ejerció de médico civil, cirujano en un ballenero y médico del ejército por espacio de unos doce años. Comenzó a escribir para luchar contra las largas y tediosas horas de espera a sus escasos pacientes durante su estancia en Southsea.
Su Sherlock Holmes es un claro ejemplo de cómo un personaje de ficción puede calar tan hondamente en el sentir popular. En su relato La aventura del problema final quiso ‘matar’ a Sherlock, pero una multitud de jóvenes británicos comenzó entonces a llevar crespones de luto en los sombreros en señal de protesta y Doyle se vio obligado a resucitar a su héroe, que aparece de nuevo en La casa vacía (El retorno de Sherlock Holmes).
Doyle prefirió siempre sobre todo sus romances históricos y de otra índole, que gozaron de gran éxito también en su día.
Su actividad como médico no se vio reflejada posteriormente en su obra escrita.
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William Somerset Maugham. Británico. Novelista, dramaturgo y cuentista, abandonó también la medicina para dedicarse a las letras. Fue muy popular y estuvo muy bien pagado. Trabajó mucho para la industria de Hollywood, escribiendo guiones cinematográficos.
Su novela más importante es El filo de la navaja, llevada al cine e interpretada en el papel masculino por Tyrone Power. Nunca consiguió un elevado respeto por parte de los críticos, que él mismo achaca a su carencia de ‘lirismo’, su reducido vocabulario y un uso inexperto de la metáfora. Escribía con un estilo sencillo y directo.
Su actividad médica sí tuvo, según nos confirma el mismo Maugham, influencia en su obra escrita, porque vivir en la efervescente ciudad de Londres le permitió conocer a personas de las clases populares que nunca habría encontrado en otras profesiones, verlas en situaciones de ansiedad, etc. y añadía: ‘Vi hombres morir. Los vi sufrir dolor. Aprendí qué era la esperanza, el temor y la ayuda…’.
Uno de los pocos escritores que ha reconocido su influencia ha sido Anthony Burguess. George Orwell (‘1984’, de ciencia ficción) también reconoció que en su estilo había influencias de Maugham.
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Frank G. Slaughter, novelista norteamericano. Médico cirujano y novelista.
Conocí a Slaughter como escritor a través de la colección Clásicos Contemporáneos, de Editorial Planeta, en donde se pueden leer sus novelas Nadie debiera morir…, Cirujano del aire, La Venus del cuadro, Hospital de sangre, La dama de Florida,… La primera de las novelas citadas, que fue su ópera prima, debió ser reescrita hasta cinco veces antes de ser aceptada por su editorial.
Es quizás a mi entender el caso más claro en que el binomio literatura-medicina se torna inseparable, pues en muchas de sus novelas los protagonistas son de la profesión médica y se habla de medicina, además de otros asuntos. Escribió asimismo novelas de índole bíblica e histórica. El autor confiesa abiertamente que tiene dos vocaciones: médico y escritor y que son inseparables y complementarias. En su época fue un autor considerado un best seller.
No es a mi juicio un escritor muy popular ni conocido en nuestro país.
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Mijail Bulgakov, ucraniano. Médico y escritor.
Es conocido por las obras con que contribuyó al Teatro Artístico de Moscú. Escribió varias historias de ficción por su admiración por la obra de H. G. Wells.
Morfina es un ciclo de cuentos sobre las primeras aventuras de un joven médico, trasunto del propio Bulgakov. Son historias médicas contadas por un médico.
El maestro y Margarita, publicada treinta años después de su muerte por su esposa, es la novela satírica que ha otorgado la inmortalidad literaria a Bulgakov.
De los casos médicos-escritores que hemos recordado, el de Bulgakov y Slaughter, son los dos en que se encuentra más fuertemente unido el binomio objeto de este artículo: médico -> escritor -> que escribe novelas en que está muy presente la medicina.
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Conclusiones (no científicas):
* El escritor que ha sido antes médico, no siempre trata en sus novelas sobre temas médicos.
* Parece que la formación científica del médico le lleva a expresarse literariamente con una prosa más bien breve, concisa, sin adornos, directa, por la que siente predilección.
* Es de agradecer que trasmitan a sus lectores notas sobre cómo escribir, esto es, necesitan o desean compartir sus sentimientos sobre la materia. Los casos más notorios aquí son Baroja y Chejov.
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Otro día hablaremos de otro binomio que también me ha llamado la atención siempre en el mundo de las letras: Literatura y suicidio.
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