ACABO DE LEER:
La tempestad, de Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970). Editorial Planeta, 2006.
Resulta cuando menos sorprendente que con los veintiséis años con que contaba este escritor por entonces se pueda afrontar la tarea de construcción de una obra narrativa de la que algún crítico experimentado dijo ‘quizá sea la mejor novela española de los últimos veinte años’ (Pérez Reverte, El Cultural) al referirse a la monumental novela Las máscaras del héroe, de Juan Manuel de Prada, que tuvo una gran acogida de público.
Con La tempestad, Premio Planeta 1997, se produce su consagración internacional. La novela ha sido traducida a once idiomas. The New Yorker —prestigiosa revista norteamericana— le había seleccionado previamente como uno de los seis escritores menores de treinta y cinco años más importantes de Europa.
La trama de la novela se desarrolla en Venecia, ciudad en la gente está atrapada por el maleficio de una ciudad anómala, en una ciudad en que sus habitantes viven a la defensiva —por utilizar palabras del propio autor—, en una ciudad en que la vida y el arte se confunden. El título de la obra es el de un cuadro misterioso del pintor renacentista italiano Giorgione, para cuyo estudio viaja a Italia el protagonista.
De Prada nos regala una prosa enérgica, sólida, rica en hermosas descripciones y salpicada de bellas y numerosas metáforas, con un hábil manejo del lenguaje. Es una historia de intriga, en que se alternan episodios artísticos, policíacos, románticos, desaforada y con una vindicación del arte entendido como religión del sentimiento, como nos dice el escritor en la introducción, con una trama en la que el interés por la lectura no decae. Buena literatura con la que se puede disfrutar ampliamente.
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He empezado a leer:
La muerte blanca, de Eugenia Rico (Oviedo, 1972). Editorial Planeta, 2003. Premio Azorín de novela 2002.
Ya os contaré.
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